domingo, 20 de mayo de 2007

¡Pudimos con los 70 kilómetros!

4t Meridià Verd a pie.

Dudábamos, pero sí: ¡ACABAMOS!
Unos 50 participantes tomamos la salida, a las 5:07 horas de la mañana, desde Viladrau y tras hacer noche allí.
Cometimos un fallo de principiantes: nos hemos olvidado los frontales y es ¡noche cerrada! Decidimos ver como sale la gente y pegarnos a alguien que lleve un ritmo parecido a nosotros. Eso hacemos, nos pegamos a Francesca y Guillem, seguimos como podemos su estela aunque se hace muy complicado (no se ve nada de nada). Tras varias caídas, los pies empapados, pero con todo en su sitio comienza a amanecer. Hemos superado la subida más dura de toda la prueba. Desde ese momento y agradeciéndoles su ayuda decidimos abandonarlos y proseguir, nosotros dos solos, hasta el final.
A las 7:01 llegamos al primer control en Coll Formic. Tras abastecernos de líquido y comer alguna seguimos el camino. Han pasado unos 20 participantes delante de nosotros. Atravesamos corriendo El plà de la Calma, que de plano no tiene nada, y bajamos en dirección al pantano de Vallforners.
A las 9:32 llegamos al segundo control en el pantano de Vallforners. Nos comentan que solo han pasado 13 participantes. Hay 7 perdidos por ahí. Repostamos bebida, comida y seguimos en dirección a Cánovas.
A las 11:17 llegamos al tercer control cerca de Cardedeu. No hay cambios en la clasificación. Comemos, bebemos y seguimos a travesando la C-251 en dirección a La Roca. Durante esta etapa cometemos el único error de orientación de la prueba. Fue mínimo, solo una decena de metros, pero de no darnos cuenta a tiempo hubiera podido significar el desastre total.
A las 12:50 llegamos a La Roca del Vallés, cuarto control. Nos comentan que han pasado 16 participantes aunque a nosotros no nos ha adelantado nadie ¿? Suponemos que son parte de los 7 perdidos en el segundo control. Desde este momento y hasta el final no se produce ningún cambio en la clasificación. Cogemos unos bocadillos, es la hora de comer, y seguimos nuestro camino. Comenzamos la subida de la Serralada Litoral.
A las 14:33 llegamos al quinto control cerca de Sant Bertomeu. La misma rutina de comida, bebida y seguimos. En este tramo empiezan a pesar las piernas.
A las 15:54 llegamos al último control: San Mateu. Estamos muy cansados, pero ya solo queda una bajada y la playa. ¡Que bajada! Se hace durísima e interminable. Estamos rotos y bajamos como podemos. Dejamos Teià y nos dirigimos al mar.
Tras 12 horas y 20 minutos llegamos a la playa de El Masnou. Al final acabamos en 16ª posición. No está mal.





martes, 15 de mayo de 2007

El Meridià Verd: ¿Podremos con 70 kilómetros?

El próximo domingo 20 de mayo disputaré junto a mi amigo Moisés, instigador del intento, la 4ª edición del Meridià Verd. Serán 70 kilómetros a terminar en menos de 18 horas, atravesando, de norte a sur, el parc natural del Montseny y la Serralada Litoral.

La ruta del Meridià Verd es la respuesta a la iniciativa surgida de la celebración del 200 aniversario de la medida del Meridiano de Dunkerke, que sirvió para determinar la longitud del metro y, en consecuencia, configuró el sistema métrico decimal.

Se trata, por tanto, de un recorrido que sigue, tan cerca como sea posible, la línea vertical que describe el denominado meridiano de París. Tiene su inicio en Dunkerque, entra en tierras catalanes, a través de los Pirineos, por el Coll de Pal (al lado de la cima del Costa Bona) y finaliza en la playa de El Masnou (Barcelona).

La ruta que sigue esta prueba se inicia en Viladrau y pasa por los siguientes puntos: Sant Segimon, coll Formic (alternativa desde Puig-l'agulla a font Pomereta y coll Formic), pla de la Calma, Cànoves, la Roca del Vallès, Sant Mateu, Teià y el Masnou (La Riera).

Desde la maratón, hace dos meses, no he corrido prácticamente nada. Ya veremos como nos va.

domingo, 4 de marzo de 2007

La Maratón

Busco el grupo de las 3h 45’, pero a pesar de los globos de señalización no los veo. Decido salir a mi ritmo y que sea lo que dios quiera. Los nervios cada vez son mayores, de repente nos ponemos todos a aplaudir y me doy cuenta que el reloj ya se ha puesto en marcha.

Caminamos lentamente hacia la salida, empiezo a oír el ruido de los chips al pasar por encima de las alfombras, han transcurrido dos minutos, por fin cruzo la línea de salida y ya puedo empezar a correr. Con 42 años y 184 días a mis espaldas vuelvo a tener por delante 42 kilómetros y 195 metros. Todo un reto.

Nada más salir, en la plaza de España, saludo por primera vez a los míos justo antes de enfilar rápidamente la calle Creu Coberta. Hay muchísima gente, es un pequeño caos. Intento seguir a mi ritmo conteniéndome lo máximo posible, procurando no chocar con los corredores que me adelantan ni arremeter a los que sobrepaso. Pasados 2 ó 3 kilómetros veo un grupo de tres personas que llevan un ritmo muy parecido al mío. Les pregunto que tiempo tienen intención de realizar: “si podemos 3h45 y si no por debajo de las 4h”. ¡Perfecto! A partir de ese momento Federico, Julio y Antonio (dorsales: 11254, 7939 y 7750 respectivamente) serían mis compañeros de viaje mientras pueda seguirles.
Sobre el kilómetro 8, poco antes de ver a mi mujer por segunda vez, observamos como un guardia urbano le llama la atención a un corredor que, pobre de él, se había detenido a orinar en un árbol. Ya se sabe, la nueva ordenanza municipal. Con el reguero infinito de atletas que pasaban por allí, aquel urbano, se llevo una bronca que no olvidará en la vida. Le gritaron de todo, insultos incluidos, lo más original fue: “¡pídele los papeles!”
Van cayendo los kilómetros entre bromas, comentarios banales, grupos de animación, muchas personas anónimas animándonos, otras no tanto como mis padres, y la ciudad de Barcelona mostrándose en todo su esplendor. Poco después de pasar por delante de la Sagrada Familia, sobre el kilómetro17, nos juntamos con el grupo de corredores que acompañan a las liebres suministradas por la organización para realizar 3h45’.
En la plaza de las Glorias, kilómetro 22, tal y como tenía previsto mi mujer me entrega la primera carga de alimento. Enfilamos Gran Vía, son tres largos kilómetros y el calor empieza a notarse. Con la llegada del kilómetro 25, Rambla de Prim, aparecen las primeras molestias. Decido dejar marchar al grupo e intento seguir controlando el ritmo con la esperanza que todo sea pasajero. Antonio duda entre quedarse conmigo o seguir con el grupo. Al final decide irse. Me quedo solo momentáneamente pues en el kilómetro 27, Av. Diagonal, tenemos previsto que mi amigo Moisés me acompañe unos 10 kilómetros.
Llega el punto en cuestión y veo a Moisés que me espera despojado de su chándal junto a mi mujer que sostiene en su mano el vasito con mi aporte de sales. Otra de mis manías, caldo casero tibio, reconforta y sienta de maravilla.
Dejamos atrás el edificio Forum, kilómetro 30, entre calambres cada vez más seguidos y nos dirigimos por la avenida del Litoral al puerto olímpico. Sobre el kilómetro 33, Villa olímpica, llegan las primeras rampas. No era cuestión de deshidratación, lo he llevado perfectamente, simplemente me empezaba a pasar factura la falta de rodajes largos.
Iba trampeando como podía. Cada vez que me daba una rampa, no fueron pocas, estiraba, caminaba rápido unos pocos metros y seguía corriendo. Dentro de mi cabeza aún albergaba la esperanza de poder acabar por debajo de las 4h. Tenía algo de margen, pero no demasiado.
Kilómetro 35, Arco del Triunfo. Espectacular el ambiente que allí se respiraba. Muchísima gente animándonos, distribuidos a ambos lados de un pasillo muy estrecho, sientes que estás en una etapa alpina del Tour de Francia, me llevaron en bolandas hasta cruzarlo por debajo. A pesar de lo mal que voy disfruto de un momento maravilloso.
Falta un kilómetro para que Moisés me deje solo y junto a mi mujer se dirijan hasta la meta. Unos metros antes de llegar le comento que sobre todo no le diga lo mal que voy y él me dice que no va a parar, me acompaña hasta el final. Me alegré mucho, pero pensé: “debo de ir fatal”.
Llegamos al kilómetro 36, plaza Urquinaona, allí está mi mujer con las cuatro dosis de glucosa que le había pedido. Solo he de aguantar el tipo un poco más, pero a cinco metros de ella me da una rampa brutal en la pierna izquierda. Pienso: “¡ahora no!”, su cara se transforma y me pide que abandone, pero lógicamente no había llegado hasta allí para dejarlo ahora. Mi amigo le grita: “¡No te preocupes, va bien!”, cogemos las ampollas y seguimos adelante.
Me tomo dos dosis de golpe, aunque tenía que admitirlo, mis reservas estaban vacías y los kilómetros se hacían interminables. Me encuentro mal, solo pienso en cruzar la meta, me da igual el tiempo, me da igual todo, quiero acabar por favor.
Pasamos por delante de la Catedral, Plaza Sant Jaume, bajamos Ramblas, solo quedan 4 kilómetros, me tomo la tercera ampolla, no podemos parar aunque el dolor de las piernas es insoportable, monumento a Colon, subimos por el Paralelo, volvemos a girar, ¡esto no se acaba nunca!
Por fin la calle Sepúlveda, kilómetro 40, tomo la última ampolla, miro el reloj y veo que aun es posible, la calle se me antoja larguísima y no tengo más fuerzas. En estos casos solo tienes dos opciones: detenerte o bajar la cabeza, mirar al suelo y dejar que este vaya pasando poco a poco por debajo de tus pies sin pensar en lo que te queda por delante.
Último kilómetro, miro el reloj, faltan 6’15” para las 4h. Todavía es posible. Moisés me grita: “¡Aprieta! Puedes hacerlo” yo le contesto: “no puedo, ya voy al límite”, que largo es esto. Solo 500 metros más. Por fin giramos y vemos la soñada plaza España. Moisés se detiene y me deja solo. No quiere finalizar una maratón que realmente no ha realizado.
Entro en la Av. María Cristina ¡Veo la meta! Acelero, por decir algo, las piernas no pueden más, me dan infinidad de calambres y pequeñas rampas, pero no me voy a detener ahora. Voy al límite, 20 metros, miro el reloj y veo 3h 59’ 06”, sacudo el puño con rabia: ¡Esto está hecho! Cruzo la meta, paro el reloj en 3h59’14”. Levanto los brazos y me detengo por fin. Me llevo las manos a la cara y lloro de alegría, estoy agotado, pero una sensación maravillosa recorre todo mi cuerpo. ¡Lo he conseguido!

Mi mujer al final no me vio acabar. Supongo que fue mejor para ella, ya que mi madre me confeso después: “Se me ha encogido el alma al ver la cara que llevabas”.
Cuando me vuelvo a reencontrar con Moisés y le enseño el reloj nos fundimos en un abrazo. ¡Gracias amigo!
Por la tarde busco, a través de la web oficial, que tiempo hicieron mis compañeros de viaje; ninguno bajo de las 3h45’. Federico estuvo muy cerca: 3h 46’ 20”, Julio acabo en 3h 49’ 46” y Antonio entró detrás mío con: 3h 59’ 46”. Lo debí de pasar en el último kilómetro aunque ni le vi.
Por último quisiera dedicarles esta maratón a mi familia y especialmente a mi mujer Meritxell porque sin ella no habría podido preparar y llevar a buen puerto este maravilloso reto.

Llego el día

Suena el despertador, he dormido bien, son las 5:30h del domingo 4 de marzo del 2007.

Vuelvo a recuperar la rutina que hace más de veinte años me llevo a descubrir todo un mundo. Me preparo mi comida: puré de patatas, pechuga a la plancha y el pan que nunca falte. Bebo líquido, pero sin pasarme. Descanso un rato en el sofá, sería imposible volver a dormirme. Me visto, como si fuera un torero, despacio, con cuidado, intentando sentir si algo no va bien.

Sobre las 7:30h nos pasa a recoger mi buen amigo Moisés que ha decidido acompañar a Meritxell, mi mujer, en su peregrinaje por toda Barcelona suministrándome lo que vaya necesitando.

Mi objetivo inicial era simplemente acabar la prueba, pero la media maratón de Barcelona celebrada tres semanas antes, me hizo concebir esperanzas de poder acabar sobre las 3h 45’. Maldito dilema ¿qué ritmo coger? Soy consciente que no he realizado tiradas muy largas y que el entrenamiento ha sido muy justo, pero no puedo evitarlo: ¡siempre he corrido al límite! Y si los cálculos dicen que mi límite está en 3h 45’ lo tengo que intentar ¿no?

Son las 8:10h, realizo los últimos preparativos: vaselina en los sitios claves, me despojo del chándal y me despido de mis dos acompañantes. Hemos quedado en diferentes puntos del recorrido, siempre en la derecha de la calzada. En la cara de mi amigo veo expectación y alegría, pero la de mi mujer refleja preocupación y algo de miedo. Sus últimas palabras fueron: “si no puedes lo dejas ¿vale?”

lunes, 1 de enero de 2007

El origen de la historia

Corría el año 1982, bendita juventud, cuando después de leer un artículo en el diario El País que indicaba como preparar la maratón de Barcelona en tan solo 14 semanas, decidí correrla. Ese día marco mí vida para siempre pues nunca, desde entonces, he dejado de correr del todo.

El 13 de marzo del 1983, con tan solo 18 años y después de 14 semanas duras de preparación, corrí mi primera carrera atlética: la maratón. Nunca antes había participado en ninguna, pero la juventud tiene esas cosas. He de reconocer que fue uno de los días más emocionantes de mi vida. Acabé, fresco como una rosa, con un tiempo de 3h 25’ y un recuerdo imborrable para toda la vida. Ese día me hice maratoniano para siempre, siendo además portada de La Vanguardia.

Durante los siguientes tres años me estuve preparando muy duramente. Soñaba con rememorar algún día a Waldemar Cierpinski en unos JJOO, pero mi rodilla dijo: “hasta aquí hemos llegado”. Eran otros tiempos y la medicina deportiva no era lo que es ahora. Tras muchas consultas, los médicos decidieron que tenía un desgaste excesivo en la articulación y con 22 años, tres maratones y un mejor tiempo de 2h 38’ tuve que dejarlo.

En realidad nunca lo dejé del todo, soy maratoniano para siempre ¿no? El correr me relaja y me permite pensar, en definitiva es mi visita al psiquiatra. Si corría unos 45’ un par de días a la semana ningún problema, pero cada vez que me animaba a correr algo más aparecía la maldita rodilla. Trampeando de esa manera fueron pasando los años y con ellos morían mis sueños: La barrera de las 2h 30’, New York, Boston y aunque suene un poco pretencioso porque no decirlo: los JJOO.

El pasado 11 de septiembre del 2006 cumplí 42 años, que número más excitante para un maratoniano. No sé aún por que, pero hablando con unos amigos me dio por calcular la edad exacta que tendría el día que se corriera la próxima edición de la maratón de Barcelona, que según mis cálculos y basándome en el año anterior debería de celebrarse el 25 de marzo del 2007. ¡Increíble! Cumpliría exactamente: 42 años y 195 días. Toda una declaración de intenciones por parte del destino ¿no?

Lógicamente decidí que la debía de correr sí o sí. No sé como expresarlo, pero sentí la necesidad y la ilusión de correrla de nuevo. Era plenamente consciente que debía de mediar con la rodilla y por ello planteé una preparación de mínimos con la única intención de acabarla sufriendo lo menos posible. A finales de noviembre empecé a rodar suave preparando una base para comenzar la preparación específica el día de navidad, justo 3 meses antes.

Posteriormente la organización adelanto la fecha de la carrera y la fijo para el 4 de marzo. Busqué alguna maratón internacional para esa fecha, pero no la encontré. Tras meditarlo mucho y aún teniendo en cuenta la falta de preparación, me habían recortado 3 semanas, tomé la decisión final de correrla. Me había lanzado, la rodilla no se quejaba y no vendría de 21 días.