lunes, 1 de septiembre de 2008

The North Face Ultra-Trail Courmayeur-Champex-Chamonix (CCC)


¡Que gran decepción!

El día amaneció radiante cuando cogimos el autobús que nos llevaría, a través del túnel del Montblanc, hasta Courmayeur. En el mismo conocimos a Sergio, un corredor madrileño, y a su mujer. Tras desayunar nos dirigimos, los tres, algo inquietos a la línea de salida.

A las 11h, tal y como estaba, previsto, se dio la salida. Hasta el kilómetro 10 todo iba normal, pero a partir de ese momento no se que me pasó, pero empecé a notarme raro. Es verdad que hacía calor, pero estoy acostumbrado, entrenamos todo el verano con la humedad del Mediterráneo. La subida hasta el primer control, refugio Bertone, me costó muchísimo, pero nada comparable al ascenso posterior hasta el punto más alto de la carrera, La Tête de la Tronche (2584m). El estómago me jugo una mala pasada y me quedé sin fuerzas. Jamás me había pasado y me tiene que pasar justamente hoy. Toda la subida y la posterior baja me la pasé vomitando y sin fuerza alguna. Me quedé sin líquido en el cuerpo, todo lo que ingería lo expulsaba al poco tiempo. Como pude llegue hasta el refugio Bonati, segundo control, iba muerto tanto físicamente como anímicamente. Allí me estaba esperando Moisés y le comuniqué que lo dejaba. Fue duro para él, pero sobre todo para mí.

Al cabo de una hora decidí seguir un poco más y ver que pasaba. De hecho daba lo mismo abandonar aquí que en el siguiente control, así que me encaminé al siguiente control en Arnuva. Este último tramo fue casi todo bajada, pero no podía más, no tenía fuerzas, la mínima subida se me hacía interminable, ¡fue horrible! Al llegar y viendo como iba y lo que quedaba por delante decidí abandonar. Se que hice lo correcto, no merecía la pena arriesgarse y además hubiera sido imposible acabar en el estado que me encontraba.
Por la mañana fuimos a recibir a Moisés, durante la noche lo iba llamando por teléfono y sabía que llegaría bien. Al llegar a Chamonix decidí subir unos kilómetros, montaña arriba, para encontrarme con él y acompañarlo en el tramo final. En una curva escuché su voz antes de poder verlo, así que le grité: "¡Venga Moisés, con dos cojones!". El abrazo que nos dimos fue muy emocionante. Verlo acabar fue el único momento alegre del día.