domingo, 16 de marzo de 2014

Maratón de Barcelona 2014

"Highway to hell" Uno más y sumando.

Son las ocho y veinticinco de la mañana, faltan cinco minutos para la salida oficial, estoy en el cajón de salida verde (3h30-3h45) aunque mi dorsal, de color gris, corresponde al siguiente cajón (3h45-4h00). Me coloco al final o mejor dicho al inicio del mío. He llegado junto a Eva, mi mochilera preferida, justo de tiempo, había mucha gente colocada ya en la salida, así que tirando un pelín de oficio y algo de morro, me cuelo en el cajón que creo más conveniente.

Cuando me inscribí este año tenía muy presente el nulo entrenamiento que le pude dedicar el año pasado y por ello fui conservador al calcular la marca, pero este año he roto la tradición, este año he entrenado bien, catorce semanas, cuatro días por semana, ochocientos kilómetros, sin ritmos, sin series, solo planifiqué distancias. Mi idea inicial era bajar de 3h50’, pero tras el Maratest de hace tres semanas donde corrí 30 kilómetros en poco más de 2 horas y treinta minutos, vi la posibilidad de bajar de 3h40’.

Suena “Highway to hell” de AC/DC por la megafonía, falta muy poco para salir, los aplausos, vítores y nervios ya están ahí, siento como el Sol me calienta la nuca, hace calor, demasiado calor para una Maratón, son solo las ocho y treinta y siete de la mañana, empezamos a caminar, suenan los pitidos de los chips al cruzar las alfombras de la salida, la música a todo trapo, cruzo la línea y se produce el silencio, siempre me pasa igual, es una sensación extraña, son unos pocos segundos que pasan muy deprisa, pero es como si estuviera solo.

Despierto y recuerdo la primera c, cabeza, en la Maratón tienes que cumplir a rajatabla la norma de las cuatro ces y en ese momento necesito que la cabeza mande sobre mis piernas, que las frene, hace dos semanas que he reducido el entreno y se encuentran descansadas, si me dejo ir en los kilómetros iniciales lo pagaré con toda seguridad. La cabeza también me recordará que no debo saltarme ningún avituallamiento, es vital hidratarse bien, hoy más que nunca.

Cubro el primer kilómetro en un santiamén, saludo a Eva por primera vez, ella también correrá la Maratón a su manera, tiene un plano donde le he marcado mis tiempos de paso por diferentes lugares de Barcelona y así podrá seguirme toda la carrera, suministrándome lo que vaya necesitando y, lo que es más importante, sonreírme cuando mi cara ya no sonría.

Regulo perfectamente los primeros siete kilómetros, no hay que cebarse pues son los kilómetros más duros en cuanto a desnivel, te llevan a lo alto de la Diagonal, se pierde algo de tiempo, pero ahora toca un descenso de cuatro kilómetros donde se recuperará sin problemas.

Aunque hace calor, aun no agobia demasiado, miro el reloj, 52’30”, ¡perfecto rondando las 3h40’! Saludo a Eva por segunda vez y continúo en dirección Plaza España. Van pasando los kilómetros y con ellos los edificios y lugares más emblemáticos de la ciudad, la Gran Vía, el Paseo de Gracia con sus maravillosas obras modernista, destaca la manzana de la discordia con las casas Lleó Morera, Amatller y Batlló, posteriormente se alza la impresionante casa Milà (La Pedrera) aunque reconozco que ni las miré, iba a lo mío y las veo casi a diario, aunque ahora me doy cuenta con algo de tristeza que la belleza sigue siendo belleza aunque se vea a diario, prometo que el año que viene repararé en ellas.

Me dirijo hacia otra belleza de Barcelona, La Sagrada Familia, allí saludo a Eva por tercera vez, el ambiente es bestial, creo que nunca había visto tanta gente animando en Barcelona, es cierto que el día es radiante, demasiado radiante, pero el gentío que hay en la calle es brutal, te lleva en volandas.

Entramos en la Meridiana, una ida y vuelta de cuatro kilómetros donde se encuentra la media Maratón, que paso en 1h50’11”, sigo clavando las 3h40’, saludo a Xavi, giro la calle Valencia en medio de un pasillo espectacular de gente, Eva me entrega el primer gel y le pido que me de la vaselina la próxima vez, hace mucho calor y aunque me he embadurnado a la salida noto que los pezones me empiezan a molestar.

Llega el kilómetro 25, lo paso en 2h10’18”, clavado para las 3h40’, pero veo que a pesar de ir bastante bien será complicado mantener este ritmo hasta el final, no tengo ningún margen y en caso de empecinarme en ello el reventón puede ser histórico. Al girar la Diagonal y comenzar los dos kilómetros y medio de pequeña subida me cercioro que la sensación es correcta y tengo que abandonar el ritmo actual y regular el margen que llevo sobre las 3h50’ hasta el final.

Al girar en la parte alta y comenzar la bajada, kilómetro 28 y medio, veo a Eva por quinta vez, me entrega otro gel y la vaselina como le pedí hace un rato, me pongo una buena cantidad inmediatamente en los pezones y dejo el gel para el 31, justo girar en el El Forum.

Liquidada la zona litoral, el calor es importante pues no hay ninguna sombra donde cobijarte, llego a las torres Mapfre y en ese momento recuerdo la canción que sonaba en la salida, “Highway to hell”, y sobre todo la estrofa que dice “- I'm on the highway to hell, Highway to hell…” (- Estoy en la autopista al infierno, autopista al infierno…).
 
Llega el momento de la segunda c, corazón, es el momento de seguir aunque las fuerzas escasean y el calor es elevado, no excesivamente, pero lo suficiente como para desgastarnos más de lo previsto. Enfilo el Arco del Triunfo, sexta y última vez que veré a Eva antes del final, el ambiente es bestial, la curva está literalmente a petar de gente, dudo si la veré, pero sí, ahí está, me entrega el último gel, su nombre lo dice todo, coup de fouet, un último latigazo para llegar al final.

Dejo atrás la plaza Catalunya y me dirijo hacia la Catedral, kilómetro 38, justo delante está el avituallamiento de CoRReDoRS.CaT, me ven llegar y gritan…”-¡¡¡Un Correcat!!!” Los gritos de ánimo son brutales, es una pasada lo visible que te hace la camiseta de CoRReDoRS.CaT a los ojos de desconocidos, no todos lo son, conozco a muchos de ellos, pero durante toda la Maratón me ha estado saludando y animando un montón de gente cuya única vinculación conmigo es que ellos o algún amigo/familiar también pertenece a CoRReDoRS.CaT.
 
La bajada de Vía Layetana se acaba en seguida, pero el monumento a Colón no llega nunca, empiezo a ir muy cansado, el calor pasa factura, me he hidratado muy bien, no tengo sensación de sed, a partir del kilómetro 20 teníamos bebida cada dos kilómetros y medio, pero empieza a molestar la estufa… ¡Qué calor!

Dejo Colón atrás y enfilo el Paralelo, los últimos tres kilómetros, tres kilómetros para terminar, ¡sólo tres kilómetros!

Miro el crono, lo he mirado infinidad de veces hoy, el sub 3h50’ está en el saco, pero ¿por cuánto? Paso por el 40, el 41 y justo antes del 42, la primera y única rampa en la pierna izquierda “- ¡ahora no!” Me digo, ya no queda nada, bajo el ritmo y enfilo Plaza España, el gentío es enorme, imposible ver a Eva, pero sé que está ahí, no sé donde, pero está. De repente veo saltar a mi niña y se coloca a mi lado, miro el crono, 3h45’, cruzo la meta y lo paro al fin: 3h 45’ 26”.


Me colocan la medalla y me dirijo al lugar donde he quedado con Eva, pero durante el trayecto me llevo la grata sorpresa de cruzarme con mi cotilla favorito, Chema. Nos abrazamos y nos hacemos una foto de recuerdo.

Anteayer viernes un amigo me preguntó - ¿por qué corres este domingo la maratón? Mi respuesta fue sido un simple - me gusta -, pero diría por su cara, que no me entendió.

Y es cierto, en realidad corro simplemente porque me gusta. Me gusta vencer a la pereza de las catorce semanas previas de entreno, me gusta el silencio tan rotundo que me invade después de cruzar la línea de salida a pesar del gentío, me gusta la sensación de compañerismo que llegas a establecer con, hasta ese momento, un total desconocido y sobre todo me gusta esa sensación extraña que tengo (mezcla de alegría, satisfacción, orgullo, dolor...) cuando traspaso la línea de llegada. Al final, creo yo, lo bonito de la vida es disfrutar de esos pequeños momentos que te llenan de una inmensa alegría, de una enorme satisfacción personal, uno de esos momentos que recordarás toda tu vida. Uno más y sumando.

¿La cuarta c? Mi Isostar final, esa cerveza bien fría que me he ganado con creces ¿no?
 
El lunes Chema me dedico la foto de la siguiente manera: “- Esta foto la guardaré toda la vida!!! Es el meu Mestre!!! Sergio López. No olvidaré jamás los metros que hicimos en la primera maratón que corrí siguiendo tus consejos... Mil Gracias me parecen pocas!!! Lo dicho por esto estoy pletórico!!!” Gracias amigo, el honor es todo mío.