domingo, 25 de septiembre de 2016

43. BMW BERLIN-MARATHON 2016


Dentro de una burbuja y con los warnings puestos.

Antes del viaje y teniendo en cuenta el entreno que he podido hacer este verano me planteé dos objetivos:
1) si todo iba perfectamente intentar bajar de 4 horas.
2) de no ser así dejarme ir intentando no pasar de las 4h15’.

Cuando me llegó el comprobante para recoger el dorsal me hizo gracia que en él pusieran mi MMP de siempre (2h38’35”) en lugar de mi previsión actual, sub 4h, tal y como especifiqué. Pensé que era solo un detalle, pero al final resultó ser una putada, pues al recoger el dorsal veo que me han asignado el cajón de salida A (2h20’-2h40’) intento razonarlo con el buen hombre que me ha impreso el dorsal, pero me dice que es imposible cambiarlo ahora…

Momentos previos:

Son las 8:30h, salgo del hotel y me despido de Eva, cinco minutos después, junto al antiguo Reichstag, ahora Bundestag, paso el control de seguridad, me revisan el dorsal, la pulsera, el chip… todo está en orden y entro en la zona exclusiva para los corredores, por megafonía suena la canción “The Race” del grupo suizo Yello, la que fue sintonía del mítico programa de radio de finales de los ochenta “Pasta Gansa” de Mikimoto, primer chute de adrenalina del día. Me adentro en el Tiergarten, el que fuera coto de caza para la aristocracia prusiana y ahora el principal parque berlinés, intento sin éxito alguno colarme en otro cajón de salida diferente al mío, como echo de menos la improvisación del carácter latino, viendo que no será posible me resigno y me coloco en “mi sitio”, lógicamente me coloco el último de “mi sitio”. Suena por megafonía la banda sonora “Chariots of Fire” de Vangelis, hacía mucho tiempo que no la escuchaba en la salida de una prueba, de golpe me viene a la memoria esos años 80 donde cada salida venía precedida de dicha canción, una época en la que me gané, sin saberlo entonces, el “privilegio” de estar en este cajón.

Por las pantallas presentan a la élite, Kenenisa Bekele, Wilson Kipsang… De golpe comienza la cuenta atrás, se apartan los controladores, me voy todo lo atrás que puedo, dan la salida, montones de globos lo certifican y en un minuto escaso ya me encuentro corriendo…

La maratón:

Enciendo los warnings y me coloco tímidamente en un lado, como aquel que se siente desplazado en una fiesta a la que ha sido invitado, pero en la que no conoce a nadie… Solo tuve un pensamiento antes de meterme en mi burbuja particular… “- Por Dios… ¡Yo corrí una Maratón a este ritmo!” Duró sólo un segundo, pero fue un momento “gallina de piel”, sinceramente no tuve ningún incidente y tampoco me afectó demasiado, salvo que el primer kilómetro con el freno de mano puesto y el ancla tirada lo pasé en 5’10” en lugar de mis 5’40” previstos.

Intento regular el ritmo y aprovechando que voy por un lado, sin molestar en la fiesta, me concentro en chocar la mano de todos los niños y no tan niños que me la ofrecen, así conseguí no fijarme en el enjambre de Stukas que permanentemente me pasaban en vuelo rasante por el otro lado. Sobre el Km.4 me adelanta Polgi de CoRReDoRS.CaT, nos deseamos suerte mutuamente y continúo a lo mío. El parcial del Km.5 lo hago en 27’59”, algo rápido, pero no excesivo. Poco antes del Km.10, parcial de 28’27”, este lo he clavado, me tomo el primer gel (la idea inicial era tomarme cuatro: en el 10, 20, 30 y el último en el 36/38 dependiendo de las piernas), justo después me adelanta Ergofo de CoRReDoRS.CaT, tras desearnos lo mejor cierro mi burbuja hasta Alexanderplatz, un kilómetro después, donde me espera Eva por primera vez, casi no me ve, ya que paso algo más rápido de la idea inicial, aun así consigue darme el gel previsto mientras yo le lanzo mi corta vientos. Siempre prefiero llevar dos geles encima por si no la veo en algún punto de los previstos, hoy en los kilómetros 11, 21 y 35, bueno y en el 42, claro.

Vuelvo a cerrarme en mi burbuja, salvo mi mano izquierda que la dejo afuera para seguir saludando al fantástico público de Berlín, en serio, gracias a ellos, a sus constantes ánimos y a que las avenidas eran amplias y me permitieron apartarme lo suficiente como para ir a lo mío sin pensar en los miles de corredores que me adelantaron, conseguí no escuchar “las trompetas de Jericó”.

Llego al Km.15 (parcial de 28’51”) y constato, aunque ya me lo temía, que los días de turismo previos y la falta de tiradas largas por el infernal calor de este verano me impedirán el sub 4h, un amago de rampa en el isquio izquierdo un kilómetro después lo certifica. Jamás me había pasado tan pronto, nunca antes del 30/32 había tenido que entrar en modo supervivencia, es la primera vez en mi vida que se me pasa por la cabeza la posibilidad real de que no sea capaz de acabar una maratón. Lucho contra ese pensamiento, recuerdo la maratón del 2013, cuando la acabé sin entreno alguno, pero claro, entonces salí muy conservador desde el inicio y fue en Barcelona, donde los días previos descansé todo lo que pude, intento dejar la mente en blanco, pero es difícil, va sola y no para de hacer cálculos, llevo dieciséis, otros dieciséis y serán treinta y dos… joder aún me quedarán diez, no me paro, sigo adelante y decido cambiar los planes en cuanto a la toma de geles se refiere, pues ahora sí que se me han encendido todos los warnings posibles, mi cabeza parece un árbol de Navidad, anticipo el gel de 20 y decido que tomaré uno cada ocho kilómetros: 16, 24, 32 y 38. No me queda otra opción que pasar al plan B, pues no hay plan C. Siempre digo que acabar una maratón solo tiene dos secretos: se sale y se acaba, pues eso, no queda más remedio que regular hasta el final y si puedo el sub 4h15’ mejor.


Poco después me planto en el Km.20 (parcial de 30’31”) y pienso que enseguida volveré a encontrarme con Eva, me espera un poco después de la media Maratón, justo en un giro de noventa grados a la izquierda, me abro muchísimo para que me vea, la busco, al final la veo, está con Kenia, una amiga suya que vive en Berlín y con quien cenamos ayer en un italiano buenísimo, pero eso es otra historia, la atraco pidiéndole todos los geles que lleva encima, le doy un beso y al marchar le digo “- voy muy mal”. Era una manera de advertirle que mi paso por el Km.35, nuestro próximo punto de encuentro, sería algo más tarde de lo previsto. Desde el Km.16 hasta el Km.25, mi peor parcial de toda la maratón con 31’20”, se me hace muy duro, la molestia por el amago de rampa me duró hasta el Km.23, aunque nunca fue a más, el hundimiento era más mental que físico, básicamente porque bajé el ritmo, pues de no ser así ríete tú de la película “el hundimiento”, el mío hubiera sido memorable.

Al llegar al Km.26 pienso en que ya han pasado diez kilómetros y sigo ahí, avanzando a un ritmo constante, por primera vez desde el amago de rampa empiezo a ver posible acabar la Maratón con cierta dignidad. A partir de ese momento me centro exclusivamente en dos cosas: mantener mi ritmo a 6’10” - 6’15”/km y en chocar todas las manos de los que me la presentan al pasar.

Paso el Km.30 (parcial de 31’09”), en el Km.32 me tomo el cuarto gel, poco antes del Km.35 (parcial de 30’53”) a la altura de Kaiser-Wilhelm-Gedächtnis, la iglesia destrozada por las bombas aliadas durante la II Guerra Mundial, veo a Eva por última vez antes de la llegada, mi cara es otra, me he recuperado y le grito “- ¡sólo me queda del Hotel Vela a casa!”, sólo me quedan siete kilómetros, justo del Vela a casa, lo he hecho muchísimas veces, esto ya está, me encuentro bien, fuerte, prescindo de tomarme el último gel en el Km.38, lo dejo para más adelante si fuera necesario, no lo fue, atravieso Potsdamer Platz, sé que a mi izquierda está Brandenburger Tor, no quiero mirarla, lo dejo para el final, para cuando de verdad importa, llego al Km.40 (31’09”), cruzo Gendarmenmarkt Platz, sin duda la plaza más bonita de Berlín, dos giros más y enfilo Unter den Linden, la avenida que unía el castillo del Káiser con su coto de caza, y por fin diviso al fondo Brandenburger Tor, falta un kilómetro, entro en Pariser Platz, traspaso Brandenburger Tor, Km.42, beso a Eva y le grito “- ¡esto ya está coño!”.

 Abro los brazos y disfruto de esos maravillosos ciento noventa y cinco metros finales, dignos de vivirlos alguna vez en la vida, aunque sea dentro de una burbuja y con los warnings encendidos. Trece minutos y doce segundos para hacer esos últimos e inolvidables dos mil ciento noventa y cinco metros, el parcial más rápido desde el kilómetro quince, estoy muy contento, mi cara lo transmite, no he sufrido, mentalmente sí, pero no me he parado ni una vez, ni una rampa, he sobrevivido gracias a mi cabeza, tras cruzar la línea de meta me digo… “- Qué huevos tengo.”, tiempo final 4h 13’ 26”, sub 4h15’ al saco, entrando en el puesto 16398 de los casi 45000 que tomamos la salida. ¡Ah! Y con cincuenta y dos años…

Me reúno por fin con Eva, que me ha seguido, animado y mimado durante toda la carrera y me hago la foto de rigor mostrando mi medalla con Brandenburger Tor detrás de mí.


Los cinco minutos de fama de mi “tesoro”:

En ese momento me abordan un grupo de japoneses admirando mi medalla como si de un tesoro se tratara, me felicitan efusivamente y me piden hacerse una foto conmigo, bueno, en realidad yo les daba igual, pero mi tesoro no, hasta ocho fotos tuve que aguantar aunque en la cuarta ya les dije “the last one”, daba igual, pasaron todos y cada uno de ellos.




Y al fin, mi Isostar, esa cerveza bien fría que llevaba deseando tantísimos kilómetros.