miércoles, 19 de mayo de 2010

Zegama-Aizkorri Mendi Maratoia 2010

Llegó el día:

A las 9 en punto y con el sonido de la 9ª campanada de la iglesia, se da la salida a la 9ª edición de la Maratón de montaña Zegama-Aizkorri. Y lo mejor de todo es que ahí estoy yo con la esperanza de poder finalizar un reto tan duro.

Nada más cruzar la línea de salida, con el sonido de la banda sonora de Piratas del Caribe de fondo, ¡pelos de punta!, me pasa por la cabeza la duda de si podré acabarla, según mi opinión personal no llevo el suficiente entreno en mis piernas. La empecé a preparar tras salir agraciado en el sorteo, hará algo menos de tres meses. Y en ese tiempo solo he podido hacer dos entrenos específicos de montaña: la tercera semana participé en la media maratón de la Vall del Congost (3h 22’) y hace dos domingos corrí 30Km, por la Serralada Litoral, subiendo y bajando el Castell de Burriac (6 veces) y el Montcabré (3 veces). Es cierto que esa semana llegué a correr un total de 70Km, pero el resto del tiempo me lo he pasado subiendo y bajando, una y otra vez, los parques barceloneses del Guinardo y del Carmelo.

El pensamiento negativo me duró breves segundos, el tiempo que tardé en divisar a mis acompañantes en la valla animándome al pasar. Dimos la vuelta al pueblo los saludé de nuevo y...hacia arriba. A partir de ese momento solo tenía una idea en la cabeza: no desfondarme en las subidas, intentar correr lo que pudiera en el resto y sobre todo... El tiempo de corte en el paso por el Sancti Spiritu (3h 20’ en casi Km20). Soy consciente que para mi es exigente, pero también es verdad que o lo paso y después ya regularé como pueda... o a casa.

Hasta el kilómetro 14 todo más o menos bien, barro por un tubo, cada paso que das el píe se te va para atrás, alguna caída sin importancia, pero todo en orden. Me iba alimentando tal y como había previsto, llevaba un ritmo fantástico acompañado por dos corredores catalanes Bodi (de Corredors.cat) y Amalia (de Santpedor), pero al bajar Atabarreta... resbalón y caída brutal. Por suerte no me hice daño, pero me arreó una rampa detrás de la pierna derecha impresionante. En ese momento decidí dejarles marchar, tomar un gel extra para reponer fuerzas y dedicarme a regular el margen que llevaba para pasar el control del Sancti Spiritu.

La subida el Aratz me resultó más cómoda de lo previsto, pero la bajada... perdí la cuenta de las veces que fui por el suelo, estaba impracticable. El paisaje es precioso, pero casi no pude disfrutarlo ya que al mínimo despiste...¡Zas! Al suelo otra vez. Por fin llego al control del Sancti Spiritu...¡Con solo 9' 25" de margen!... entre los gritos de ánimo de un grupo de Correcats a los que respondo como puedo. Repongo fuerzas en el control y empiezo a ascender la temida subida al Aizcorri.

Es dura y prolongada, pero me encuentro bastante entero y la subo a ritmo y sin desfallecer en ningún momento. Me resultó más cómoda de lo que esperaba. Mientras ascendía me crucé con mucha gente que bajaba del Aizkorri y que no paró de animarnos en todo momento. Al salir del bosque, por fin, divisé el famoso tramo final. Una subida brusca a través de un pasillo de piedras donde debería estar ese gentío animándonos que la hace especial, pero ya no había casi nadie. Entre el día desapacible que hacía, las condiciones del terreno y que era de los últimos en pasar por allí... solo quedaban unos cuantos, pero fantásticos, locos que se dejaron la garganta a mi paso en medio de un montón de nieve. Tras ello... la cima y en ella me saluda Josep (Massa de Corredors.cat) y me pregunta que tal voy. Le contesto que bien, bebo algo, sigo a delante...Y llegó el infierno…El cresterio, un pasillo que une la cima del Aizkorri con la del Aitxuri (Con 1551 metros, el punto más alto de la carrera).

Estaba lleno de nieve, con algo de hielo, bastante frío, muchísimas piedras y en algunos pasos es bastante estrecho. Si mirabas a tu izquierda la caída acojonaba. Personalmente lo encontré demasiado peligroso, un mal paso, un traspiés y alguien se hubiera podido hacer mucho daño. No creo que fuera miedo, pero sí sentí un gran respeto. Si me hubieran dejado elegir en ese momento hubiera escogido no estar allí. Con mucha precaución y cautela, como todo el mundo, seguí hasta la cima. El tramo se me hizo largo, pero nada comparable con su bajada. ¡Que horror! Era imposible estar de pie, caí innumerables veces, bueno yo y todo el mundo a mi alrededor. Una de ellas me arrastré de espaldas más de diez metros hasta que me giré y conseguí detenerme clavando manos y pies en la nieve. Como pude me dirigí a la derecha y bajé, el resto del tramo, ayudándome con las piedras que allí habían. ¡Tardé 25 minutos! en bajar unos 500 metros. Estaba bien, pero había perdido todo el margen de tiempo que tenía.

El siguiente tramo hasta la base del Andraiz, no me resultó demasiado complicado a pesar de la cantidad de barro que seguía habiendo por todos sitios. El problema es que en este tramo mi Forerunner me dijo adiós y ya no tenía referencias de tiempo. Al llegar al control de Urbia, un numeroso grupo de gente me animaba por mi nombre. Está escrito en la camiseta, pero casi todo el mundo por el camino lleva el listado de los corredores para poder llamarnos por nuestro nombre…¡Son cojonudos! Ni me detuve, bebí algo y salí del control sin preguntar por el cierre de carrera. Sabía que los escobas estaban cerca, pero ya me quedaba un único puerto duro, El Andraitz. Tenía fuerzas y sabía que si conseguía subirlo y bajarlo sin desfallecer, el resto estaba hecho.

Comencé a subir a buen ritmo, caminando claro, pero sin mirar a tras en ningún momento. Se asciende inicialmente por un prado interminable que resbalaba como toda la puñetera carrera. Ya en la parte alta vuelven las piedras y los pasillos entre ellas. Corono la cima y la bajada resultó un martirio. Barro, barro y más barro. Como puedo llego al control de Itzubiaga, ni pregunto, bebo y me voy pitando. Desde allí a meta, unos 10 kilómetros, el terreno está algo mejor. Sigue el barrizal enorme, pero el desnivel no es demasiado pronunciado y ya no sufres por meterte la gran hostia. Dejo atrás el control de Moano y llego por fin a Oazurtza, el último control antes de meta. ¡No me paran! ¡Ya solo me quedan tres kilómetros y tengo fuerzas! ¡Esto ya está hecho!
A partir de ahí todo hacía abajo y con un terreno más o memos normal. Tenía fuerzas y me dejé ir... Disfruté como muy pocas veces he disfrutado corriendo. Cada zancada, cada pensamiento...fueron tres kilómetros de alegría brutal, de sentirme fuerte, de saber que había conseguido algo grande. Y por fin llegas al pueblo de Zegama...me ven bajar y se movilizan... paran el tráfico y me abren paso, entro en la zona vallada donde veo de nuevo a los míos... les saludo exultante de alegría (sus caras también lo reflejan pues ya empezaban a pensar que no lo conseguiría), mientras la gente golpea las vallas a mi paso enfilo el tramo final hasta la meta...¡7h 42’ 18”! Para poder derrotar a la que seguramente será la edición más dura de la Zegama. Si no quieren que muera nadie, claro.

Siempre me preguntan si merece la pena tanto esfuerzo y cual es el motivo que me lleva a hacer algo así. Y yo siempre les contesto que se hace por la cara de felicidad que te queda si al final lo consigues.

lunes, 10 de mayo de 2010

Zegama-Aizkorri ¡Queda una semana!

Llego la semana esperada y con ella todas las dudas... ¿Estaré preparado para poder acometer algo así? ¿La habré preparado lo suficiente?
Siendo sincero creo que no, pero también es verdad que he entrenado todo lo que he podido dadas mis circunstancias personales, familiares y profesionales.
Soy consciente que voy a sufrir, pero también espero disfrutar de un ambiente que todo el mundo cataloga de extraordinario. Espero que ello compense y haga que merezca la pena.