Esa mágica línea azul, treinta años después.
Desde hace una semana, recorre el
asfalto barcelonés una línea azul de 42195 metros. Para la gran mayoría de la
población, suponiendo que hayan reparado en ella, no es más que una línea que
sin saber el porqué, un buen día apareció de golpe en el suelo, pero para una
minoría, y yo hace treinta años que pertenezco a ella, marca un camino a
recorrer y nos recuerda que solo faltan siete días para la Maratón. Es inevitable,
esa minoría, vaya a donde vaya, no hace más que cruzarse con esa línea azul.
¡Treinta años desde mi primera
Maratón! Me hacía ilusión celebrar esa efeméride corriéndola, por ello hace dieciséis
semanas empecé a prepararla, por decir algo. Durante las primeras doce, pude
salir dos días por semana, los miércoles un rodaje duro (por montaña las
primeras seis semanas) y el fin de semana (sábado o domingo) un rodaje largo
(entre 18 y 24 kilómetros como mucho). Pero por un motivo u otro (enfermedades
varias) durante las cuatro semanas anteriores a la maratón no he podido correr
ni un solo kilómetro, un cero absoluto, una tradición que he de desterrar
definitivamente.
Desde el lunes, día en que me crucé por
primera vez con la línea azul, cada día he pasado por los mismos estados de
ánimo, al levantarme por la mañana pensaba que lo mejor era no participar, todo
el mundo que entiende un poco sobre el tema opina que sin entreno no se puede
acabar, además soy consciente del sufrimiento que eso conllevará, pero tras
volver cruzarme la línea cada tarde, me decía: “siempre he pensado que podía
correr una maratón sin entrenar ¿no? Pues ahora
es el momento de probarlo”. Total, la maratón solo
tiene dos secretos: se sale y se acaba.
No sé en qué momento di el paso
mental definitivo para correrla, pero el jueves noche, antes de irme a dormir,
me tomé la primera dosis de magnesio líquido de las tres previstas. Aun
entonces no estaba seguro, pero pensé que si me daba el pronto, mejor si
acumulaba la mayor cantidad de glucosa posible en mi organismo. El viernes por
la mañana fui a recoger mi dorsal (4419) y la camiseta conmemorativa (fea de
cojones). En ese momento, el primero que tuve claro que la correría, decidí
colgar la foto del dorsal en Facebook y así no poder echarme atrás. El sábado descansé
lo que pude y tras prepararme todo lo necesario de cara al domingo, coloqué el
dorsal en la camiseta, cené un grandioso plato de pasta y me fui a dormir.
Suena “Shine a Little Love” de la ELO, son las 5:40h del domingo, me levanto y me dirijo a la cocina, pongo al fuego la parrilla de la carne y el cazo con las patatas peladas ayer. No tengo hambre, nunca la he tenido, pero siempre el mismo ritual: puré de patatas, pechuga a la plancha, algo de pan, un plátano de postre y agua, mucha agua.
Suena “Shine a Little Love” de la ELO, son las 5:40h del domingo, me levanto y me dirijo a la cocina, pongo al fuego la parrilla de la carne y el cazo con las patatas peladas ayer. No tengo hambre, nunca la he tenido, pero siempre el mismo ritual: puré de patatas, pechuga a la plancha, algo de pan, un plátano de postre y agua, mucha agua.
Vuelve a sonar “Shine a Little
Love”, son las 6:59h, estoy en el sofá, veo la salida del primer gran premio de
F1 de la temporada y después despierto a todo el mundo.
Faltan cinco minutos para las
8:30, ya estoy en el cajón de salida, me pongo al final del todo, saldrán
demasiado rápido para mí y cuanto menos me arrastren menos sufriré, nos ponemos
a aplaudir, han salido los pro, cinco minutos después empiezan a sonar los
pitidos de los chips… estamos corriendo.
¿Cómo fue la carrera? Es lo de
menos, hemos quedado que solo tiene dos secretos ¿no? Pues eso, se sale y se
acaba. Me quedo con el ánimo y la compañía de los míos durante todo el
recorrido, me enorgullece haberla corrido entera, aunque lógicamente fui de más
a menos, nunca dejé de correr, estoy satisfecho por haber sabido regularme y me
alegró infinitamente entrar en meta acompañado de mi niña. En resumen… ¡Se
puede!
Al llegar a casa entendí todo el
revuelo que aprecié a mi derecha tras cruzar la línea de meta, Xavier Jiménez, como
Philippides, llegó hasta el final, pero como Philippides, se quedó allí,
descansa en paz.
2 comentarios:
Muy buena publicación Sergio. Grande como siempre!!!
Un abrazo de Oscar Prats
Gracias Óscar, me alego que te guste, un abrazo.
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